Por el poder inmenso que tienen para llegarle al corazón del niño que todos tenemos dentro, sin importar que tal lastimado pudiera estar y conmoverlo profundamente. Por eso son tan poderosos para dar mensajes, ya que pueden decir cualquier cosa sin que nadie se ofenda, sin que alcemos las defensas que quizás entrarían en acción instintivamente cuando una persona trata de darnos un mensaje.
Esto sucede porque dependiendo de las heridas emocionales y los condicionamientos de la infancia, que todos traemos en mayor o menor medida por la manera en la que hayamos sido tratados por los adultos en nuestra infancia, y que a veces pueden ser recuerdos muy dolorosos, porque quizás los mensajes que recibimos no fueron muy amorosos y quizás fueron inclusive violentos.
Esto hace que las personas tengamos reacciones diferentes cuando vemos mensajes en la televisión del tipo: “no desperdicies el agua”, “pórtate bien”,” “obedece a tus papás”, “pórtate bien en la escuela”. Nuestra reacción a todos esos mensajes en que nos dicen que actuemos de una manera o de otra, o que esto bueno y lo otro es malo, puede detonar recuerdos y defensas, que dependen muchísimo de la historia personal de cada uno nosotros, de la manera en la que nos educaron, si fuimos educados amorosamente, o maltratados y con violencia.
Esto hace que automáticamente mucha gente saque sus defensas y entonces en vez de recibir el mensaje, de abrirnos al mensaje nos cerramos y lo rechazamos. Es una cuestión de psicología elemental.